22 abr 2008

Angel Torres. Un presidente "marxista ladrillista". Reportaje elpais.com

Ángel Torres, intermediario de suelo y ex propietario de bingos y bares, ha convertido al Getafe en una proeza consolidada

El hombre con mayor olfato para formar equipos de la Primera División trabaja solo. O en todo caso, sólo con los de su máxima confianza. "En mi empresa sólo está mi secretaria. De 10 a 2". Y en el fútbol, los justos. "Mientras yo sea el presidente, no mandará nadie más. Con mi dinero me divierto yo y mi gente". Y punto.

Ángel Torres, de 56 años, presidente del Getafe, empresario y padre de tres hijos, está de moda. Su equipo, que dirige y posee desde hace siete años, es una máquina de encadenar proezas. Modesto en todo, le ha sacado los colores al Real Madrid, al Barcelona o al Bayern de Múnich, y aunque con dolorosas derrotas, se ha plantado dos años seguidos en la final de la Copa del Rey. El equipo es un trampolín. Entrenar hoy al Getafe es dirigir mañana a un grande de Europa. Y Torres, quizá pensando en otras cosas, ha puesto a su ciudad en el mapa de Europa. "Beckenbauer se acordará toda su vida de dónde está Getafe", soltó tras la eliminatoria de la UEFA.

Pero el Torres que hoy se abraza al Rey en un palco empezó de muy abajo. Agachado casi, recogiendo virutas de un taller mecánico con 14 años. Recién llegado a Getafe de Recas, un pequeño pueblo de Toledo, entró de aprendiz en talleres Ocaña. "Entonces él era insignificante. Llegó con unas circunstancias trágicas, su padre acababa de morir en un accidente de tráfico", recuerda un compañero de aquella etapa.

El "hábil", "vehemente" y de "lengua afilada" Torres todavía no había nacido. Con 18 años se marchó a trabajar a la fábrica de electrodomésticos Kelvinator. Estalló la huelga entre los del mono azul, azul Getafe. Y apareció la promesa sindicalista. Se metió en CC OO, pero le despidieron pronto de la factoría de neveras. Y las malas noticias llegaron acompañadas. Su madre murió ese año. "Es el peor recuerdo de mi vida. Teníamos mucho feeling". Con 18 años se fue huérfano a Mallorca.

De vuelta, tras pasar por la Marina de Cádiz, se metió en una empresa de manufacturas de Fuenlabrada. Y al cabo de cinco años se volvió a liar. "Querían despedir a un compañero. Dije que si se iba él, me iba yo... Nos echaron a los dos".

Y ahí la vida empezó a dibujar al Ángel Torres de hoy. Al que entonces apodaban El Pirri y que sentía ya una devoción infinita por el Getafe y, especialmente, por el Real Madrid. El que hoy tiene un busto de sí mismo a las puertas del estadio y que posee el 70% de las acciones del club. Y el que, tras llevar al equipo al ascenso a la Primera División, no pudo evitar recordarle a su casi socio e inseparable compañero de aventuras, el regidor Pedro Castro, que "alcaldes hay 8.000 en España, pero presidentes de clubes de Primera División sólo 20". "Un hombre sin educación que se hizo en la calle", como le define un político vinculado a la primera línea de Getafe durante años. "Una persona que no le debe muchos favores a nadie, y que por eso se permite ser como es", según el portavoz de IU en Getafe, Ignacio Sánchez Coy.

Poco después llegó el negocio definitivo, el que impulsó su carrera en el mundo de la construcción y el suelo. "Con la asociación de vecinos de Getafe inventaron una cooperativa que se llamaba Nuevo Hogar", recuerda un promotor del municipio. Era el famoso Sector 3. Se construyeron 6.500 adosados. Para trabajadores. "Todos los promotores venían del Partido Comunista de España. Eran los marxistas ladrillistas", recuerda un político de Getafe.

Fue el primer gran desarrollo urbanístico de Getafe. Aquello dio, principalmente, contactos. Pero él por entonces sentía todavía con más fuerza su pasión por el fútbol. Tanto que incluso escribía crónicas del Getafe en la revista vecinal Presencia Ciudadana. "Y ahora llama tebeos a la prensa local", señala un antiguo socio.

Empezaban a ir bien las cosas y compró un bingo en Valdemoro. Ahí conoció a futbolistas y una cosa llevó a la otra. Se metió en la directiva del Valdemoro y logró ascenderlo. "Tiene fe ciega en sus apuestas. Y muchísima visión para anticipar la jugada", dice el director deportivo del Getafe, Santiago Llorente.

Torres vendió su participación en las empresas que salieron de la aventura del Sector 3 y se compró un pub en Getafe: el Lovely Club. "A partir de ahí empezó a funcionar solo. Comenzó con lo de la intermediación de suelo con constructores. Cerraba muchos tratos en el bar", recuerda un promotor que ha compartido más de una negociación con él. "Y eso lo hace muy bien. La lucha cuerpo a cuerpo. Es muy bueno, hábil. Pero es también muy ácido. Cuando habla Ángel Torres, tiemblan las farolas de la calle Madrid", insiste.

Y esa céntrica calle de Getafe, dicen sus conocidos, "es hoy su escenario natural". "Tiene 300 metros, pero tarda media hora en recorrerla. Se para a hablar con todos. Para él, un apretón de manos es más importante que una escritura firmada ante notario", explica Pedro Castro. Y le conoce bien. "Desde hace 30 años", asegura el alcalde. Ambos eran líderes sindicales de UGT y CC OO de la zona. "Es noble y sincero. Y apuesta por lo que cree, aunque le cueste disgustos. Estoy con él para lo que haga falta", dice Castro.

Su relación verdadera comenzó hace siete años. Cuando el Getafe estaba en quiebra y se lo quedó el Ayuntamiento. Castro buscó a empresarios que lo reflotaran. Y apareció Torres, que ya intentó ser presidente años atrás. "Si me hubieran dejado entonces, hubiéramos llegado 15 años antes a Primera. Todos los que llegaron delante de mí, desde el año 83, metieron la mano en la caja", dice rotundo.

Pero más allá de las fotos abrazados y de las buenas palabras, entre él y el alcalde también ha habido roces. "Castro tiene una trayectoria similar a Torres. Se ha ganado lo suyo en la calle. Y en algunos momentos han surgido celos. Cuando Ángel dijo aquello de que alcaldes había 8.000... es que estaba en estado de euforia. Pero es que a veces el alcalde quiere ser entrenador, presidente y jugador. Los dos se pisan el terreno", analiza un político muy próximo a Castro. Y Torres, a su manera, socarrón, no lo niega: "Esperanza [Aguirre] se cabrea porque dice que le dejo mandar demasiado".

"Se convienen mutuamente. Aunque a veces se piquen", dice un conocido de Torres. Como cuando el alcalde mostró abiertamente su amistad con el jugador rumano Gica Craioveanu, quien apodaba a Castro El Pitufo. Por esas fechas, el Getafe ya había ascendido y el jugador era un ídolo de la afición. Pero se llevaba a matar con Torres, que consideraba que le revolvía el vestuario. "Castro vio que desde el punto de vista mediático le convenía llevarse bien con Gica. Y eso, claro, a Ángel no le gustó", explica un ex compañero de corporación. Pero la historia terminó en tablas: Craioveanu se presentó de número dos en las listas del PP de Getafe. La estatua que el Ayuntamiento le hizo al jugador todavía está guardada en algún almacén.

Torres le quita hierro de una manera muy peculiar: "Pedro es muy carismático. A las seis de la mañana le tienes por ahí viendo los baches. Y además, él sabe que yo nunca me dedicaré a la política".

Dónde se meterá cuando deje el club, sólo lo sabe él. Dice que nunca está más de 10 años con el mismo proyecto. Le quedan tres. "Quiero conseguir el nuevo estadio. El año que viene empezaré a buscar un sustituto. Luego me jubilaré y me dedicaré a viajar", confiesa con un tono que desprende cierto hastío. Pero el lamento, dice un conocido suyo, es impostado. "No me lo creo. Le encanta que le digan que se quede. Y si cree que se lo piden, se quedará".

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